Léa Zamolo

El arte ha estado desde siempre en mi vida. Él ha estado desde mucho antes de graduarme de artes plásticas, de terminar mis estudios de Máster en crítica del arte. Él hacía parte de mí antes de que yo conquistara todo lo que viera a mi alrededor, antes de que descubriera que la acuarela es maravillosamente poética. El arte estaba desde antes de que cortara formas de papel y luego los ensamblara y los pegara sobre otros papeles, antes de ir al Prado, al museo de Orsay, a la fundación Beyeler, a la Tate Modern o en todos esos otros museos y galerías que me encantan... Porque el arte ardía en mí antes de que yo naciera, él anima mi alma y es un fuego inextinguible que habita en mí.

El arte es un acto de dar y es lo más hermoso, grande y libre que los humanos pueden crear. Y la belleza, la libertad, cuentan. Me refiero a la belleza global de nuestro mundo, de la naturaleza y del cosmos, aquello que no tiene que ver con los humanos, sino con lo que está más allá de nosotros. Y el arte permite tocar, tomar parte en este más allá, este gran misterio de la creación pura. Gracias a él nos elevamos a un mundo diferente, lleno de magia y el cual se escapa a las reglas precisas de la vida cotidiana.


Mis investigaciones formales y mi uso de diferentes medios exploran con libertad y alegría el vigor soberano del artista. Me inspiro en los árboles, las ramas, el sol y su luz, en los frutos, en todas las texturas y todo lo que anima nuestras llanuras y nuestros bosques bajo el viento. Dibujo con los colores, de mi cerebro hasta mi corazón, en mis manos está el flujo de las imágenes.


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Los proyectos de Léa Zamolo