Axelle Grosperrin

Árboles, flores, un deseo de muchas hojas en un día gris. Junto a mi profesión de vendedora de vinos, examino mi cotidiano como una práctica diaria por medio del dibujo. Es un ejercicio íntimo, lleno de sencillez, de curiosidad y de asombro por esta travesía llamada vida a la que todos estamos invitados.

A pesar de mis años de estudios en Bellas Artes, (en Nantes y luego en París), soy vendedora de vinos de profesión y elegí este apasionante oficio para poder ganarme la vida sin tener que hacer concesiones en mi práctica artística, la cual me esfuerzo por mantener cotidianamente.


Instalé mi taller en el fondo de mi pequeña tienda: una ventana grande que ilumina la mesa de dibujo debajo de la escalera en los días de sol, algunos papeles pegados a la pared, tinta china, cajas de acuarela y cuadernos acumulados. Algunos están llenos de pequeñas narraciones asociadas a la vida cotidiana. Una práctica diaria que se ha convertido en costumbre; el dibujo y yo nos entendemos bien y tratamos de mantener esta amistad.


Esta complicidad me lleva a examinar mi vida diaria a través del dibujo. Es un ejercicio íntimo, lleno de sencillez, de curiosidad y de asombro por esta travesía llamada vida y a la que todos estamos invitados. Para poder calmar mi culpa que esporádicamente viene a atormentar mi práctica (no olvides que estoy en mi tienda de vinos) a veces hago etiquetas para nuestra casa de coñac familiar.


Hago un dibujo original que refleje la personalidad del licor y lo pego directamente a la botella, con tipografías bancales, cinceladas y colores de pincel. Puede ser completamente anticuado en comparación a nuestra época y totalmente anecdótico. En resumen, es un pequeño acuerdo con mi conciencia inquieta. Quizás exista la posibilidad de que alguna de estas botellas que han salido de mi taller hayan llegado a ti.

Los proyectos de Axelle Grosperrin